100 AÑOS DE VALLENATO AY, HOMBE
En la colección “100 años de vallenato”, Daniel Samper Pizano y Pilar Tafur pusieron a prueba sus conocimientos sobre el tema. Pero, como en toda antología, hubo varios ignorados y uno que otro colado.
Todos los asistentes al lanzamiento de la colección “100 años de vallenato”, el lunes pasado en el Teatro La Castellana de Bogotá, se sorprendieron por dos razones. La primera, que Daniel Samper, uno de los compiladores, junto con su esposa, Pilar Tafur, se atreviera a bailar vallenato delante de las vacas sagradas de ese género musical en el país. Y la segunda, que lo hiciera tan mal. Tanto, que muchos de los invitados llegaron a la conclusión de que baila mejor Ernesto Samper Pizano, su hermano Presidente. En lo que sí hubo consenso fue en que la colección “100 años de vallenato” es un trabajo sin antecedentes en la historia del género en Colombia.
La obra está compuesta por seis discos compactos que reúnen las que, según los autores, son las 100 mejores canciones vallenatas. Incluye paseos, merengues, sones y puyas. Además contiene un libro con explicaciones, datos novedosos y varias precisiones sobre las obras y sus autores. La producción ejecutiva la realizó Humberto Moreno, de MTM, y la dirección musical estuvo a cargo de Ismael Antonio Rudas Miles “Pollo Isma”, uno de los buenos acordeoneros del país.
Además de Rudas Mieles también tocan el acordeón en la antología Nicolás Elías Mendoza Daza “Colacho”, rey de reyes en 1987 y uno de los grandes del folclor vallenato; Alberto Constantino Rada Ospino “Beto”, Julio César Rojas Buendía y Miguel Antonio López Gutiérrez, miembro de una de las dinastías musicales más respetadas del país. Difícilmente se podría escoger mejores acordeoneros. Con los cantantes pasó algo similar. Sin tener la fama de Diomedes Dionisio Díaz Maestre “El Cacique De La Junta”, Tomás Alfonso Zuleta Díaz “Poncho. El Pulmón De Oro” o Jorge Antonio González Oñate “El Jilguero De América. El Ruiseñor Del Cesar”, nadie pone en duda las inmensas calidades de Daniel Celedón Orsini, Eliécer Enrique Rada Andrade "Cheche" (nieto del viejo “Pacho” Rada), Armando Antonio Mendoza Brito y Jaime Javier Vega Ariza. La gran sorpresa, sin duda, es la voz portentosa de Ivo Luis Díaz Ramos, hijo y lazarillo de Leandro José Díaz Duarte. Ivo Luis es la grata revelación de la colección. Su interpretación de La diosa coronada es magistral, sin que esta canción logre la extraordinaria dimensión musical que tienen, por ejemplo, La parrandita o Tres guitarras. La obra de Samper Pizano y Tafur ya empezó a recibir elogios. Los primeros llegaron por cuenta de Juan Gossaín Abdallah, uno de los vallenatólogos reconocidos, quien no duda en calificar la antología como excelente: "Tiene un gran mérito. Ayuda inmensamente a la difusión del vallenato y a su conocimiento cultural. El libro es también un excelente trabajo de investigación".
Se abre la discusión.
Pero aunque los “100 años del vallenato” es una obra de muy buena calidad, lo que queda claro, después de escuchar todas las canciones y de leer el libro con sumo cuidado, es que los autores cometieron algunas injusticias. De buena fe, sin duda. En los 100 mejores vallenatos de Samper Pizano y Tafur, como sucede con toda antología, ni están todos los que son, ni son todos los que están. Algunos vallenatólogos consultados por LA Revista Semana consideran que quizás el error de los autores estuvo en que a la hora de seleccionar las canciones escogieron las más populares, pero no necesariamente las mejores. Es el caso, entre otros, de Corina, del maestro Leandro José Díaz Duarte, que antes de que la interpretara su hijo Ivo Luis Díaz Ramos en la presente colección ya era cantada en las parrandas del Valle de Upar. En Tocaimo, la tierra de Leandro, los niños la aprenden en la escuela primaria. Era popular, aunque nunca antes hubiera sido grabada. Pero, se preguntan esos estudiosos, ¿qué pasó con otras joyas del mismo autor? Una de ellas es El verano. El inolvidable Guillermo De Jesús Buitrago Henríquez “Buitraguito” resultó poco menos que olvidado. Un clásico que debe ser considerado en cualquier antología sobre el vallenato brilla por su ausencia en la obra de Samper Pizano y Tafur. Se trata de Compadre Heliodoro, grabado en Cartagena el 12 de marzo de 1945. O, inclusive, una obra mucho más conocida del mismo autor, Las mujeres a mí no me quieren, tampoco clasificó. Quizá la tengan en cuenta en otra ocasión.
El problema de las antologías es que siempre van a quedar obras por fuera. No todas pueden participar del baile. En esta ocasión se quedaron vestidas de gala, esperando la invitación que no llegó, Luna sanjuanera, de Roberto Calderón Cujía, un himno del vallenato; La cañaguatera, de Isaac Enrique Carrillo Vega “Tijito”; Las bananeras, de José Santander Durán Escalona, de los pocos vallenatos que incursiona en el terreno de la protesta social con maestría. Otra que tampoco fue invitada, quizá porque el correo Madrid-Bogotá-Valledupar-Montes de María funciona mal, es la Pava congona, de Andrés Gregorio Landero Guerra, un clásico del llamado vallenato sabanero. Y así hay muchas canciones. Tal vez otras 100. Algunos conocedores del vallenato consideran que el hecho de que Samper Pizano y Tafur hayan estado por fuera del país en los últimos años los ha hecho perder el pulso en lo que tiene que ver con el desarrollo de ese género musical. Y no les falta razón. No todas las canciones vallenatas de las últimas promociones son "arrancheradas, lloronas y sentimentaloides", como en alguna oportunidad las llegó a calificar el propio Samper Pizano. La mejor prueba de ello es Ahí vas paloma, de José Alfonso Maestre Molina “Chiche”, joven patillalero, descendiente de la estirpe de los Molina. La canción fue grabada el año pasado por los hermanos 'Poncho' y Emiliano Zuleta. La letra y la melodía parecen talladas en bronce. Pero más allá de la discusión sobre los 'colaos' y los invitados, los clasificados y los descabezados, el gran mérito de la obra de Samper Pizano y Tafur es que desempolvaron una serie de canciones vallenatas que estaban durmiendo a lo largo y ancho de la vieja Provincia de Valledupar y Padilla, olvidadas algunas, para rescatarlas y mostrarlas al mundo como testimonio de una cultura noble y rica. Esa es la grandeza de la obra.
08 septiembre 1997http://www.semana.com/cultura/articulo/ay-hombe/33588-3Adapatado por El Ajedrecista